martes, 14 de mayo de 2013

Una preciosa historia de amor John Darby y Jack Bird




John Darby y Jack Bird llevan 54 años compartiendo su vida. Este mismo año, además, celebrarán el quinto aniversario de su matrimonio.
    Con el paso del tiempo su relación no ha hecho más que afianzarse, el mundo ha ido cambiando a su alrededor de manera inexorable pero su amor sigue tan intenso como el primer día.
  Lo que en su día tuvo que ocultarse ante la sociedad como una relación de “compañeros de piso”, hoy es un emblema en la lucha por la igualdad.
John tiene 86 años y Jack 84. Decidieron convivir en 1959, tan solo seis meses después de conocerse.

  Se conocieron en una fiesta en casa de unos amigos en San Francisco, celebrando el 4 de julio. John dice que "en cuanto vi a Jack y sus ojos azules me enamoré perdidamente".Ambos estaban esperando para entrar al baño y entonces, cuenta el altísimo John, “él me miró a los ojos, yo miré hacia abajo y le besé”.
   Desde ese momento se convirtieron en inseparables, aunque ni su familia ni sus allegados sabían la naturaleza de su relación. Cuando decidieron vivir juntos, para todo el mundo fueron una pareja de solteros que compartía apartamento, “eso era algo de lo que no se hablaba. Así era la homofobia a finales de los 50 y principios de los 60”, afirma John. Tras convivir, tuvieron la suerte de recibir buen asesoramiento financiero, que les llevó a abrir una cuenta conjunta, algo realmente poco frecuente en aquella época.
    Pero no todo ha sido facil en la vida de John y Jack, para nada, la aceptación social de los gays en aquella epoca era nula asi que se veían obligados a mantenerlo en secreto.En 1960 decidieron visitar a la familia en la costa californiana. No fueron bien acogidos. Una tía de John le exigió entre lágrimas que abandonara su relación y se centrara en su carrera. Sin embargo, la pareja perseveró.A los dos años, incluso habían comprado una casa.
    En realidad, la mayor parte de la familia seguía desconociendo que eran pareja. Para muchos de ellos seguían siendo compañeros de piso. Hubo un cuñado de John que incluso creyó que Jack tiraba los tejos a su mujer. “¿Cómo podía ser tan ingenuo?” se pregunta John, “era tan homófobo que no podía ver lo que tenía delante de sus narices”
   Con el paso del tiempo, mientras ascendían en sus respectivas carreras, la relación con personas ajenas a su círculo de amigos gays fue disminuyendo, al sentirse profundamente cohibidos. “Nunca nos cogíamos de la mano, ni nos besábamos, ni nos hacíamos ningún gesto afectuoso en aquella época”, sigue contando el locuaz John, “ahora, ¡qué demonios! no paramos de tocarnos a la menor ocasión”.
   Más adelante, en 1998, cuando se establecieron en el complejo residencial para mayores donde ahora viven, The San Francisco Towers, las normas establecían que no podía facilitarse un apartamento de un solo dormitorio a una pareja del mismo sexo. Les adjudicaron uno con dos dormitorios, aunque ellos dedicaron uno a estudio. Sin embargo,hoy en día la fotografía de John y Jack forma parte del material promocional del complejo Towers.
   En 2008, en el breve período en que el matrimonio igualitario fue legal en California, John y Jack decidieron casarse. Llevaban ya 49 años juntos. Lo hicieron en una pequeña localidad vecina a San Francisco y lo celebraron, con champán y una tarta de chocolate con dos figuritas masculinas encima. Sus amigos de la urbanización les ofrecieron una cena para celebrarlo. “Sin embargo otros no volvieron a dirigirnos la palabras. Era de esperar”, cuenta John, que recuerda con afecto cómo se encontraron al día siguiente una bolsa colgada de la puerta de su apartamento, que contenía una botella de champán y una tarjeta, “de una anciana viuda que ni siquiera sabe lo que significa la palabra gay”.Con el mismo afecto, John toca el anillo de Jack y dice que “nunca olvidaré cuando se lo puse en el dedo. Fue un día maravilloso”. Ambos están de acuerdo en que “es importante darse cuenta de que en la vida de un gay hay algo más que sexo. También hay amor”. En lo que también coinciden es en su último deseo: “sería maravilloso si pudiéramos morir juntos. Tan solo irnos a dormir con las manos entrelazadas, y dejar que nuestros allegados se ocupen de todo por nosotros”.
 Una historia relamente bonita, que conmueve los corazones de aquellos que la leen.

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